En muchísimas ocasiones he escuchado hablar a gente acerca de la importancia de hacer un viaje para encontrarse a uno mismo. Irse lejos para reinventarse, para pensar dónde estas y dónde quieres ir. Hoy 18 de mayo quiero recordar aquel 18 de mayo en que fui yo quien partía de viaje introspectivo.
Soy una persona afortunada. He podido viajar por el mundo, por placer y por trabajo, y he conocido un montón de países, culturas y gentes. Pero este viaje fue y será siempre distinto. Estaba en un momento personal complicado, me acababa de separar de forma traumática, y digamos que no encontraba mi sitio ni me ubicaba en la nueva situación. Así que, después de una reunión familiar con mis fantásticas hijas, decidimos por consenso que me fuera a Tailandia.
Viaje exprés, ya que fue comprar el billete y marcharme a los cuatro días. Yo, Pablo, una persona acostumbrada a organizar y planearlo todo, me veo con un viaje de quince días al otro lado del mundo y sin nada preparado. Preparación veloz de mini maleta, cojo cuatro bermudas y unas cuantas camisetas, mi cámara de fotos, cosas básicas de aseo y una mochila eastpak de color fucsia que me presta mi hija pequeña para cuadrar el conjunto. Durante el vuelo ya noté una inquietud especial, por primera vez en mi vida iba a hacer algo a ciegas, sin preparación previa, sin estar intoxicado para nada, mentalmente en blanco, solo notando mis sensaciones de una forma como nunca antes había hecho. Ahora que ya ha pasado un tiempo reconozco que esta fue realmente mi primera gran experiencia viviendo esféricamente: además me fui al país de la sonrisa, donde la gente es amable hasta limites desconocidos.
Bangkok me recibe unas horas después. Una metrópolis grandiosa, culturalmente distinta, inglés poco reconocible, comida no mediterránea, polución, un tráfico insoportable, canales para circular con agua poco salubre, taxi motos, tuc tucs, centros comerciales inmensos y con temperatura glacial, un bochorno horrible con el que no paras de sudar en todo el día, y miras y sigues mirando y notas cosas y caminas un montón de kilómetros diarios y ves templos, otros templos y más templos y budas, muchos budas, realmente es un ambiente diferente. Lo más curioso es que me doy cuenta de que, a pesar de esta diferencia, el distinto empiezo a ser yo. Escribo cada día. Reflexiono muchas horas sobre lo que me ha pasado, el por qué de todo, dónde estoy y dónde quiero ir. Soy consciente de que estoy sólo pero que estar solo no está tan mal y empiezo a soltar lastre y a romper facturas. No hay nada más placentero que romper facturas pendientes con personas con las que tienes vínculos sentimentales, la sensación de liberación es magnifica y te llega de pronto una paz y una tranquilidad de mente que ni te imaginas. Es sorprendente porque estoy sólo pero al mismo tiempo me siento acompañado. Es maravilloso lo agradable que puede llegar a ser la gente cuando la tratas con amabilidad. Un matrimonio tailandés decidió alegrarme el viaje invitándome a su casa, compartí con ellos una celebración familiar de un día entero. Es increíble lo que pueden a llegar a comer y la simpatía natural que desprenden, viven con felicidad, aún hoy no tengo palabras de agradecimiento.
Visité también el norte del país, magnífico, con más templos, más budas, elefantes esclavizados, mujeres jirafa turísticas, y mil cosas exóticas más.
El viaje real y auténtico se producía en mi interior, cada día aumentaba más mi sensación de tranquilidad y de paz.
Hacer las paces con uno mismo, perdonarte, perdonar a los demás, romper facturas, olvidar el pasado… todo esto te lleva a un nivel que yo no conocía. Guardaré para siempre un recuerdo en mi corazón, estaba en Chiang Mai celebrando mi aniversario con un desayuno local cuando recibí una inesperada llamada telefónica, mi ex sorprendentemente decidió felicitarme. Es comprensible que al colgar mi llanto inundase todo el local y allí seguí llorando bastante rato desahogándome. Tenía al lado a una pareja treintañera de norteamericanos que venían observándome desde que había colgado; cuando se iban a marchar ella se acerco a mí y sin decirme nada se arrodilló dándome uno de los mejores abrazos que he recibido en mi vida, fueron muchos segundos que no olvidaré nunca. El chute energético fue tan fuerte que aún me dura hoy.
Ahora he pasado a ser de los que ya pueden hablar que han hecho un viaje para reencontrarse. No es que sea aconsejable ¡es que debería ser obligatorio! Da igual adónde vayas, aunque si el sitio acompaña todo es mejor, lo importante es tu actitud y tus ganas. Olvidar, perdonar, soñar y sobretodo vivir esféricamente te da unas oportunidades que estoy seguro que ni te imaginas. Te aconsejo que abandones tus prejuicios y te lances a la aventura de hacer un viaje a tu interior.
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