Menu Home

EL NUEVO TIC DEL ARTE DE LIGAR

El yoga nos está haciendo la vida más fácil para relacionarnos con el sexo femenino. ¿Quieres ligar? Pues apúntate a yoga. Su práctica conecta cuerpo y mente pero sobretodo te conecta con las mujeres. Todas practican yoga: las que están de buen ver y las que no, también. El yoga ha trascendido su origen como ejercicio físico para ponernos en forma y se ha convertido en los últimos años en una práctica social. Y lo digo por experiencia propia, nunca me hubiese imaginado, practicante habitual como soy de deportes más clásicos y masculinos, como un “compi yogui”. Si alguien me llega a decir hace unos años: Pablo, ¿nos apuntamos a yoga? Me habría dado la risa. Pero aquí estamos, toca renovarse o morir y os aseguro que vivir esféricamente hace que cada día sea distinto. Mi vida se ha convertido en un torbellino y en un no parar de renovarme. Y ahí entra el yoga.

La decisión de inscribirme a estas clases llegó sin una reflexión previa. La culpa fue de una amiga muy simpática que además tenia un físico, digamos que potente, y que me propuso acompañarla a sus prácticas. No lo dudé ni un instante. Así que aquí me tenéis, con la matrícula pagada y tres meses de prueba y la amiga que de pronto se marcha de la ciudad unos meses por cuestiones laborales. Una experiencia ya vivida anteriormente con las clases de inglés, el gimnasio… pero igualmente decido ir a la aventura y ver qué pasa. En seguida me doy cuenta de que este escenario no tiene nada que ver con los anteriores. Al entrar en clase ya percibo las miradas profundas del sexo opuesto. Yo cargado con mi esterilla y mi ropa yogui (delicadamente escogida con una conjunción total incluido kit exterior) noto que voy a ser el centro de atención. Increíblemente soy el único varón, así que me siento en otro rol, uno que encaja mucho mejor con las mujeres. Funciona de maravilla.

La clase tiene un aura especial. Al entrar las miradas se solapan, no solo las siento cuando son conscientes de que practico yoga por mi atuendo sino que se intensifican ya al comienzo. Concentración y miradas de complicidad. Calentamiento y miradas de complicidad. Estiramientos y miradas de complicidad. Asanas y miradas de complicidad. Se palpa un ambiente místico, estoy conectado, estamos en la misma onda.

Ahora lo puedo decir. Soy un yogui. Está bien, un yogui práctico. Un yogui con agenda, como dirían los americanos.

Conecto con mi cuerpo, con mi respiración y con mi mente pero sobre todo conecto con las mujeres. Y acepto los daños colaterales: posturas rocambolescas que soy incapaz de realizar y que me dejan hecho polvo pero feliz, sonidos guturales muy extraños que nunca sabré cómo pronunciar ni cuál es su significado. A pesar de todo me siento muy satisfecho porque os puedo asegurar que no hay mejor recompensa que la de poder decirle a una mujer: yo también soy yogui. Namasté.

Categorías:Relatos

Francesc